domingo

Las máscaras que nos marchitan




Como si fueran jareas

que el sol y la sal abrasan,

he colgado una a una

mis máscaras en el secadero.

Estoy en casa.

Las máscaras son cuchillos de mi instinto

necesario en la calle, me consuelo,

aunque sinceramente las odio,

han robado mi inocencia,

¿Qué pureza me queda

en el laberinto del futuro?

Y me invade un reposo amplio

dejándolas en el salar que las conserva,

son animales sigilosos

que cazan en mi otro desierto,

son hijas de una piedra

que el viento del desamparo pule

y afila mis miedos.

Quieto como un zorro escondido

las miro...

sé de mi rechazo y del recelo,

ellas saben que no tengo huevos

en esta selva de puta vida

que quema la tierna vegetación de lo ético,

su rico verdor

y todo es gris ceniza.

Temo de mí el espanto,

el fantasma que pasea las velas,

el cascabel de la muerte

que en mi sombra grita,

no hay máscara para este miedo,

sino a pelo.

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