En nuestra cabeza abierta brotó la flor rara de la conciencia.
La vida, lógica implacable con un motivo extraño,
cosecha de remordimientos inapagables
y cierto conocimiento de uno mismo que llega demasiado tarde;
hasta que se cierren los ojos en el simún del tiempo,
hasta el aroma del último de los silencios.
Empujados, por algo que ignoramos, buscamos nuestro límite desnudo;
como una piedra que golpea el silencio
mientras da saltos a flor de agua, hasta hundirse al fin,
La muerte, como un libro, no pregunta nada
pero contesta a todas las preguntas.
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